El Calvario fue escenario del más transcendente conflicto armado de todos los siglos. Allí se enfrentaron potestades formidables; allí la fe nos hace contemplar al Redentor liberando la más decisiva batalla contra los más formidables adversarios.
En el mismo momento en que un pecador se arrepiente y pone en Cristo toda su fe, ¡pasa de la potestad de Satanás, al señorío del Hijo de Dios! “Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos traslado al reino de Su Hijo amado”. (Colosenses 1:13).
Por tanto, en virtud de nuestra fe en Jesús ya no vivimos bajo la potestad de las tinieblas, sino bajo la potestad y el señorío de Dios. Nuestra fe nos hace partícipes del triunfo de la cruz.
Escrito extraído del libro: Fe para vencer
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