¿Oídos?
¿Quien los tiene?
Naturalmente, todos tienen oídos. Oídos para oír parientes, médicos, novios, amigos, compañeros, vecinos y noticieros en general, etc., etc., etc.
¿Pero quién los tiene para oír la voz del Espíritu de Dios?
No siempre ella es amena, tierna o suave.
A veces, es fuerte, incisiva y dura.
Él no habla al corazón, ya que este no tiene coraje para obedecer.
Pero dudo que no solucione cualquier problema.
En un vendaval de consejos, ¿quién quiere oír la de Dios?
A los interesados, Él dice:
“Oh, si me hubiera oído mi pueblo…
En un momento habría yo derribado a sus enemigos, y vuelto mi mano contra sus adversarios…
Les sustentaría Dios con lo mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría.” Salmo 81:13-16
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