martes, 8 de noviembre de 2011

El Sacrificio – Parte I

Cuando le pedimos algo a Dios, Él no nos responde por nuestro llanto, de nuestras necesidades o de nuestros dolores. Él actúa conforme a nuestra fe, que es la única “moneda de cambio” con Dios.
Por esta razón, ¡quien cree recibe, y quien no cree no recibe! Súmese a eso las palabras del Señor Jesús: “Y estas señales seguirán a los que creen…”, (Marcos 16:17).
Cuando buscamos una relación con Dios, las obras de caridad o la vida religiosa no deben ser cuestionadas, pues, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.”, (Hebreos 11:6).
A Dios Le agradan, principalmente, las actitudes de fe porque es de este modo que el hombre prueba que depende de Él y que obedece completamente Su Palabra.
Muchos, sin embargo, piensan que llamarán automáticamente la atención del Señor por ser practicantes fieles de la bondad y de la caridad. Esperan, sinceramente, que Dios los recompense por sus actos.
¡Pero no es así! Y es por pensar así que muchos sufren, aún creyendo en el Señor Jesús.
Para el Señor, el pecado es la actitud más vil del ser humano, pero Él nos concede el perdón por medio de la fe.
Así, si para que perdonen nuestros pecados necesitamos de la fe, no será diferente para alcanzar Sus beneficios. ¿Qué es más fácil conquistar? ¿La vida eterna o las promesas materiales?
Quien no tiene fe para realizar los sueños materiales, tampoco la tendrá para conquistar las promesas espirituales.
Como ejemplos de fe, el Señor Jesús nos recuerda de la gran hambruna en Israel en el tiempo de Elías. En aquella ocasión, el profeta fue enviado a una viuda que vivía en Sarepta y a nadie más. En el tiempo de Eliseo había muchos leprosos en Israel, pero solamente Naamán fue curado. Compruebe:
“Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.”, (Lucas 4:25-27).
¿Por qué motivo apenas esas personas fueron beneficiadas? ¡Porque, en ambos casos, en ellos hubo una manifestación plena de la fe!
Así, cada uno tiene la oportunidad de abrazar el camino de la fe o de la incredulidad. Cuando elegimos el camino de la fe, es necesario estar dispuestos a sacrificar, pues la práctica de la fe exige sacrificios constantes.

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