sábado, 12 de noviembre de 2011

¡Qué palabra, eh!

Médico, dentista, ingeniero, abogado, profesor, arquitecto, en fin, cualquier profesional fue formado en la universidad.
¿Y qué lo capacita para determinada carrera? ¿Cómo se forma?
Él se forma mediante el recibimiento científico de la palabra. El médico recibe la palabra de conocimientos médicos; el abogado recibe la palabra de conocimientos de la Ley; el ingeniero civil recibe palabra de conocimientos de la construcción civil, etc.
Quiere decir: cada profesión exige escuchar y poner en práctica la palabra enseñada, de acuerdo con la carrera elegida.
Cuando admiramos un bello puente, un rascacielos, no podemos olvidar que por detrás de aquella belleza arquitectónica existen muchos profesionales que fueron instruidos y formados apenas con palabras. Nada más que palabras.
Al poner en práctica tales palabras científicas, nacieron las maravillas de la tecnología.
Imagine la práctica de la Palabra de Dios.
Imagine cuando ella es aplicada a la vida cotidiana.
Si los conocimientos humanos, por medio de la palabra científica practicada, son capaces de crear ciudades, aviones, navíos, curar enfermos y más, imagine lo que la Palabra de Dios es capaz de hacer en la vida de los que la practican y creen en ella.
¡Piense en eso!
Un profesional independiente necesita preparación académica básica.
Pero para ser un instrumento en las manos de Dios, basta subir y permanecer en el Altar. Lo demás, lo hará Él…
“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.” Juan 14:12

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