lunes, 14 de noviembre de 2011

Lección práctica

Había una vez un gran guerrero. Aún siendo muy viejo, todavía era capaz de derrotar a cualquier competidor.
Su reputación era conocida en todo el país, y muchos estudiantes se reunían para estudiar bajo su dirección.
Un día, un joven guerrero infame llegó a la villa. Él estaba determinado a ser el primer hombre en derrotar al gran maestro.
Junto a su fuerza, el maestro poseía una habilidad fantástica en percibir y sacar provecho de cualquier debilidad de su oponente, ofendiéndolo hasta que perdiera la concentración.
Entonces, él esperaba que su oponente hiciera el primer movimiento, y al revelar su debilidad, lo atacaba con fuerza sin piedad y con la velocidad de un rayo. Nadie jamás había resistido, más allá del primer movimiento, en un duelo contra él.
Contra todas las advertencias de sus estudiantes preocupados, el viejo maestro alegremente aceptó el desafía del joven guerrero.
Cuando los dos se posicionaron para luchar, el joven guerrero comenzó a insultar al viejo maestro. Él le tiraba tierra y escupía su rostro. Durante horas ofendió verbalmente al maestro con todo tipo de insultos y maldiciones conocidos por la humanidad.
Pero el viejo guerrero se quedó allí parado, tranquilo.
Finalmente, el joven guerrero quedó exhausto.
Percibiendo que había sido derrotado, huyó vergonzosamente.
Un tanto decepcionados por no haber visto a su maestro luchar contra el insolente, los estudiantes se acercaron y le preguntaron:
- ¿Cómo pudo soportar tantos insultos y ofensas? ¿Cómo pudo derrotarlo sin moverse?
- Si alguien viene a darle un regalo y usted no lo acepta, ¿para quién regresa ese regalo?, respondió el maestro.

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