domingo, 5 de febrero de 2012

El triunfo de la cruz

“Ya habiendo despojado a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por medio de Él”. (Colosenses 2:15).
El Calvario fue escenario del más transcendente conflicto armado de todos los siglos. Allí se enfrentaron potestades formidables; allí la fe nos hace contemplar al Redentor liberando la más decisiva batalla contra los más formidables adversarios.

Pablo lo muestra con claridad. El madero que a algunos pareció emblema de afrenta y fracaso, fue de hecho pedestal de gloria sobre el reino de las tinieblas. Es interesante reparar en el verbo que usa el apóstol: “despojar”, que puede definirse como “privar a uno de lo que tiene”, “desposeer”. ¿Qué perdió Satanás en el Calvario? ¡Lo perdió todo! Fue despojado, desposeído para siempre del dominio que, por usurpación, había ostentado sobe las criaturas caídas en el pecado.
En el mismo momento en que un pecador se arrepiente y pone en Cristo toda su fe, ¡pasa de la potestad de Satanás, al señorío del Hijo de Dios! “Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos traslado al reino de Su Hijo amado”. (Colosenses 1:13).
Por tanto, en virtud de nuestra fe en Jesús ya no vivimos bajo la potestad de las tinieblas, sino bajo la potestad y el señorío de Dios. Nuestra fe nos hace partícipes del triunfo de la cruz.
Escrito extraído del libro: Fe para vencer

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