domingo, 9 de octubre de 2011

Bendita Tribulación

La alegría de las conquistas materiales ha causado una verdadera sensación de bienestar. La relación con Dios parece estar al día. El fiel se siente más animado, estimulado en la fe y hasta propenso a hacer la obra de Dios.
Pero cuando las tribulaciones comenzaron a dar señales, la alegría da lugar a la tristeza, la euforia se enfría y la fe deja a su vez a las dudas y lamentos. La disposición de servir a Dios se apaga.
En este momento, su confesión de fe es juzgada. La cruz y el mundo esperan ver hacia dónde va a caer. Y es justamente ahí que se define el tipo de fe que se tiene.
Dios no nos ha dado fe apenas para el éxito espiritual y material, pero también para los supuestos fracasos. En el mundo de la energía sobrenatural, todo coopera para el bien, tanto las ganancias como las pérdidas.
Al final de cuentas, quien vive en la dependencia del Espíritu Santo ya murió para este mundo. Las luchas y sinsabores enfrentados en la Tierra forman parte del aprendizaje de vivir por la fe.
Salomón es un gran ejemplo de los prejuicios causados por la ausencia de tribulaciones. Nació para reinar sin cualquier problema. Y, por haber conquistado el corazón de Dios, se convirtió en el más sabio de la Tierra. Él fue poderosamente rico, no había nada que su alma desease que no fuera satisfecho.
Ni enemigos tenía.
Llegó al punto de enviar cartas al rey de Tiro diciendo: “Ahora el Señor mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni hay adversarios, ni mal que temer.” 1 Retes 5:4
La historia registra que la ausencia de problemas se convirtió en el mayor y más grave adversario de Salomón. La sensación de felicidad cristiana puede convertirse en un enemigo mortal, porque impone un relajo en la fe y, en consecuencia, frialdad espiritual.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” Mateo 26:41

No hay comentarios:

Publicar un comentario