domingo, 16 de octubre de 2011

Inmadurez en la fe

¿Ya vio chicos jugando? El grado de pureza e inocencia es tan acentuado que atrae y divierte a cualquier adulto.
A pesar de eso, sus actitudes no siempre son saludables. Hay momentos en los que sus impulsos son difíciles de controlar, principalmente cuando quieren cosas fuera de horario. Ante eso, muchas se convierten en malcriadas y, a veces, hasta incontrolables.
Todo eso porque sus emociones están a flor de piel. No piensan, no miden las consecuencias, no tienen noción del peligro… ¡nada!
Así son los inmaduros en la fe. Creen que el Papá del cielo tiene que responder las peticiones en el momento, independientemente de Su voluntad.
Tal infantilidad espiritual sería hasta incomprensible, si no fueran las amenazas de abandonar la fe. Como si el Señor Dios dependiera de ellos.
Otros, por muchos años, han invertido en la construcción de verdaderos castillos de problemas. Y cuando tienen acceso a la fe quieren usarla como varita mágica para resolverlos de la noche a la mañana.
Además de ellos, están aquellos cuya fe no se desarrolla por los celos y contiendas acentuados en su carácter. Para este tipo de “cristiano” el apóstol Pablo dijo:
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.
Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?”, (1 Corintos 3:1-3).

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