martes, 9 de agosto de 2011

En el regazo de Dios

Dios habita en los Cielos y nosotros habitamos aquí, en el Planeta Tierra. Sin embargo, cuando tenemos el Espíritu Santo, sea en el lugar que sea que estemos (porque somos humanos, materia), espiritualmente, estaremos siempre en el Regazo de Dios.
“¿Dónde está tu padre? Respondió Jesús: No me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, también conoceríais a mi Padre” (Juan 8.19)
Como un hijo muestra parecidos con su progenitor, Jesús remete Su persona como identificador de Su Padre y viceversa. Y esto tenía una razón de ser, que era mucho más allá de la apariencia física.
A Su nacimiento, infancia y juventud pocos capítulos fueron dedicados en la Biblia, esto es porque “la verdadera Vida de Jesús” comienza a partir de Sus 30 años. ¿Y por qué? ¿Qué tenía Él de especial después de esta edad? El Espíritu Santo.
“Sucedió en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. E inmediatamente, al salir del agua, vio que los cielos se abrían, y que el Espíritu como paloma descendía sobre El; y vino una voz de los cielos, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.” (Marcos 1.9-11)
Después de esto, lo que Jesús no consiguió hacer en 30 años, hizo en 3 años muy productivos. Y esta analogía puede ser hecha con las personas que ya frecuentan la Iglesia hace años sin que obtengan, superen o consigan realizar nada.
Sin embargo, cuando reciben el Espíritu Santo, lo que no pudieron conquistar en años o hasta en décadas, se realizan en días.
Es el Espíritu Santo, como está escrito, que permite que usted este sentado en el Regazo, en el Trono de Dios, ya que, sin Él, es como dice Su Palabra: “Me buscaréis y no me hallaréis; y donde yo esté, vosotros no podéis ir” (Juan 7.34)
Por eso, aquí en la Tierra, usted ha trabajado, evangelizado, estudiado, ha sido perseguido, criticado, injustificado, pero, con Él, nada ni nadie será capaz de destruirlo, porque usted está bautizado con el ESPÍRITU SANTO. Y quien fue Bautizado, está sentado en el Regazo de Dios, ¡en los Cielos! Después de que sus discípulos recibieron el Espíritu Santo, ¿Qué dijo el Señor Jesús?
“En ese día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Juan 14.20)
Es decir, cuando usted recibe el Espíritu Santo, pasa a estar en Él, como El está en el Padre. Es por eso que la persona que es bautizada con el Espíritu Santo tiene una fuerza, disciplina, coraje y disposición que una persona normal no tiene. Aunque ésta sea cristiana, honesta, lea la Biblia, frecuente la Iglesia, no es igual, porque lo que hace la diferencia es ser lleno del Espíritu Santo, tener el Sello de Dios.
Muchas personas tuvieron experiencias con Dios, momentos apenas, pero no fueron bautizadas. Y la prueba de eso es que no hubo esta transformación interior, en la manera de pensar, de actuar, de decidir, de hablar, en conclusión, de vivir.
Cuando recibimos el Espíritu Santo todo cambia en nosotros y, cuando decimos todo, no es exteriormente y sí interiormente: su forma de ver, de hablar, de actuar y hasta mismo la forma de alimentarse, dormir o de andar. Todo cambia sin que se haga fuerza para que eso suceda. No se trata de ningún esfuerzo, es algo natural. Porque habita en si el Espíritu de Dios, consecuentemente, habrá un cambio en el exterior y en las demás áreas de su vida, porque la base principal de la vida humana no es la física sino la espiritual.

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